6 de noviembre de 2008

¡Argentina!, se busca: presidente/a

Por Nicolás Jaime
Director de Senda Política y Social

En los días que siguieron al voto no positivo en el Senado sobre la polémica resolución 125, las acciones del vicepresidente Julio César Cleto Cobos subieron de una manera impresionante, su acción lo colocó en un lugar privilegiado, ya que su potencial candidatura a presidente en 2011, aunque suene lejana, no es una utopía.


Según las encuestas que se improvisaron, disfrutaba de un nivel de aprobación rayano en el 70 por ciento y de celebrarse ya elecciones presidenciales hubiera cosechado más votos que cualquier rival.

El protagonismo de un político que poco antes había sido un virtual desconocido nos dice mucho sobre el estado de ánimo de la ciudadanía. Si bien la mayoría propende a despreciar por principio a todos los políticos, está más que dispuesta a dar a una excepción aparente el beneficio de la duda, sobre todo si a su juicio el elegido reúne las cualidades consideradas necesarias para que resultara ser un buen presidente.

Al momento de elegir al sucesor de Cristina Fernández de Kirchner, los votantes querrán que tenga un perfil que será determinado en buena medida por las deficiencias más notorias de quien lo ha precedido. En todas partes es normal que sea así. En 1999, Fernando de la Rúa triunfó porque, como sus propagandistas se cansaron de recordarnos, su estilo aburrido era muy pero muy diferente del encarnado en su momento por Carlos Menem.

Por lo tanto, es de prever que el próximo presidente tenga poco en común con Cristina o su marido.Tendrá que ser moderado, una franja minoritaria aparte, la gente está harta de las pretensiones ideológicas de los Kirchner y de la obsesión malsana con los años setenta que los hace reeditar las batallas de aquella década miserable con ellos mismos en papeles estelares. Pero también tendría que brindar una impresión de fortaleza, puesto que recibirá del Gobierno actual una herencia socioeconómica mala.

El próximo presidente deberá ser allegado al campo, así el primer gobierno luego de los Kirchner tendrá que comprometerse con un “modelo” un tanto más amplio que el impulsado a partir de comienzos del 2002, uno que tome en cuenta el hecho de que el campo constituye el sector más dinámico y más competitivo de la economía nacional y que por lo demás es el único capaz de generar los recursos financieros precisos para impedir que la Argentina se siga hundiendo.

¿Cuál de los candidatos se puede ver como muestro próximo presidente? , Una de las opciones puede ser Cobos, tiene la ventaja de pertenecer a una alianza que no lo ata al radicalismo, pero en Argentina se olvida demasiado rápido, y su popularidad que roza el 70 por ciento de aprobación pública, depende en parte, de si los medios le siguen dando la misma importancia que le están dando ahora.

Elisa Carrió está bien ubicada en los rankings de los encuestadores, la fundadora del ARI ya fue elegida formalmente como presidenta de la mesa ejecutiva nacional de la Coalición Cívica, esto según Carrió se dio para consolidar a nivel nacional el partido y ser “oposición y alternativa” al Gobierno nacional.

Daniel Scioli, que a pesar de haber acompañado durante años a los Kirchner no comparte su mentalidad rencorosa, se aproxima al perfil requerido por los argentinos, pero para mantenerse en carrera tendría que no sólo reconciliarse con el campo sino también convencer a la ciudadanía de que su conducta vacilante durante la primera fase de un conflicto que dista de haber terminado no se debió a la debilidad congénita de su carácter o al oportunismo.

Otros que cuentan con posibilidades son los peronistas atípicos Felipe Solá y, tal vez, Carlos Reutemann, mientras que Mauricio Macri y Hermes Binner siguen a la espera del momento en que les convenga subrayar que sus ambiciones respectivas no se ven limitadas por la avenida General Paz o por las fronteras de la provincia de Santa Fe.

Muchos miembros del elenco estable actual de la política nacional tienen motivos para suponer que, con el maquillaje debido y quizás una operación menor discreta, su propio perfil podría coincidir con el buscado por el electorado, pero también es factible que una persona que por ahora no está en los cálculos de nadie logre salir del anonimato para encabezar un cambio auténtico. Por cierto, la rapidez con la que Cobos se erigió en el político más popular del país sugiere que buena parte de la ciudadanía estaría dispuesta a encolumnarse detrás de alguien supuestamente nuevo, siempre y cuando lo creyera mucho más que una imagen atractiva.

5 de noviembre de 2008

Pastillas para no sentir

Por Marcelo Lucero


Primer acto: un borracho tirado en la calle con olor a pis y ropa sucia descansa en la esquina de mi casa. Segundo acto: al lado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales un hombre acomoda los cartones para descansar esta noche. Tercer acto: En el pasillo del Cabildo Histórico de Córdoba duermen dos familias. Cuarto acto: Un chiquito pasa por la mesa en donde estoy sentado tomando cerveza y me pide “una monedita’. ¿Cómo se llama la obra? Desgraciadamente no es una obra, es lo que veo todos los días.

Esto pasa, y lo peor es que me pasa cerca, me roza y no me hace nada. Vivo haciendo el papel del árbitro que vio la falta y no la cobró. Quizá por costumbre o porque me resultaría muy costoso cambiar algo de todo lo que veo hoy, o quizá porque tengo miedo de no poder arreglar nada y tener que ver que hay que tirar la pieza, porque está tan destruida que ya no se puede hacer nada por ella. Y sigo rompiendo piezas. Quizá habría que tirar al que las rompe.

A veces pareciera que tengo un chaleco antihumano que me permite desentenderme de la tarea de vivir en sociedad, de cuidar al que tengo al lado mío, ese que ya no pide por ayuda, porque entiende que hoy es una locura hacer tal cosa.

Hace un tiempo me llegó una cadena de mails de alguien que se llamaba igual que yo. En el texto pedía un riñón desesperadamente. Hablaba de su familia, de sus hijos y de su esposa; daba su teléfono, su nombre y su dirección. Y yo sabía que no lo iba a ayudar y que, aunque mi riñón fuera compatible con él (en este caso no lo era), no lo donaría por el sólo hecho de que era un desconocido, ni siquiera sabiendo que se va a morir si no consigue su riñón a tiempo.

¿Qué pasa con las personas? ¿Nos sobran las personas? ¿Tenemos más de seis mil millones y por eso no nos importa que unos miles de millones tengan problemas gravísimos que no les permiten vivir para ser felices?

“Cuidar a las personas es responsabilidad del Estado”. Esa frase no me exculpa de nada, es más, me incrimina más aún. Sé que el gobierno no funciona, no cumple, no ayuda a la gente, sus políticas están pensadas para quienes votan, y uno de los que vota, soy yo. Las personas cuando se mueren dejan de votar (la mayoría).

¿Qué me pasó? ¿Qué nos pasó? ¿Cuándo nos drogaron tanto como para que no sintamos nada? ¿Fue en la escuela, en NeverLand, mientras tomábamos coca con fernet, mientras veíamos tele?

¿Y si paramos todo: las bolsas de comercio, los blogs, las universidades, las iglesias, y nos ponemos a trabajar para las personas y no para las empresas? ¿Por qué no? ¿O seguimos estudiando, trabajando, rezando y escribiendo en blogs para formar espíritu crítico y que algún día cambie algo? ¿Por qué no?

Hagamos lo que hagamos, tenemos que cambiar la medicación urgente, porque nos está dejando ciegos, sordos, mudos e inútiles.