26 de diciembre de 2008

Un cuento Editorial

Por Marcelo Lucero

Había una vez, un calefón que amaba a una puerta de madera y al acercársele la incineró con su amor. Absurdo, ¿no? Bueno, ahora leé esto: Había una vez un diario que opinaba que la presidenta estaba tomando malas medidas económicas. ¿Cuál es el error? Adivinaste: el error es que los diarios no opinan.

Es común entre nosotros decir: “La Voz del Interior dijo…” o, lo que sería lo mismo: “Clarín dijo…” En estas frases dejamos de lado que los diarios son papeles sobre los que se imprimen un montón de letras y que detrás de ellos hay redactores, editores, jefes periodísticos, directores y muchos más. Estas personas con sentimientos que escriben y mantienen entre sí complejas relaciones humanas, a veces hacen un gran esfuerzo por ocultarse, hacerse invisibles y no dejar rastros de sí tras las notas escritas. El fin de esto es una ilusión de objetividad, de que a la noticia no la escribió un ser humano con sus defectos y virtudes, sino que pasó tal cual se cuenta. Gracias a Dios o al mercado, esta moda está en decadencia.

Algo parecido ocurre con las notas editoriales de los diarios, ahí cuando El Diario escribe.

Un día, El Diario opinó que Nicolás Jaime era una mala persona. El señor Jaime leyó el artículo y se sintió indignado con la publicación. Al otro día Jaime fue al diario:
-¡Deseo hablar con el responsable de este artículo que me ofende!
-El responsable es el Diario –le respondió un recepcionista-.
-Bueno, ¡exijo hablar con el Diario!

Seguramente esta historia terminará en una maraña judicial sin a quien exigirle disculpas. Sin embargo, alguien escribió esa nota. Otro absurdo más.

Una de las consecuencias de este tipo de prácticas poncio pilatosas es que una persona física se enfrenta a una persona jurídica, que protege a una persona física cobarde, que no acepta su responsabilidad sobre su opinión, además de nuestra querida ilusión de objetividad ¿Qué puede ser más objetivo a que opine un objeto?

23 de diciembre de 2008

Critica autoreflexiva sobre la Navidad

Por Nicolás Jaime
Director de Senda Política y Social

Ahora que se acercan las fiestas tengo la oportunidad de expresar mi opinión sobre la Navidad, pido perdón de antemano (o no) a todos aquellos susceptibles a ciertas críticas.

Muchos curas dicen con orgullo que la Navidad existe gracias a la Iglesia, y en parte tienen razón, aunque muchos digan que la inventó El Corte Inglés, en realidad, aunque no lo manifiesten de forma explícita, han de estar enormemente agradecidos en el fondo a la Iglesia por el "invento", ya que su negocio se desarrollo de forma impresionante gracias a ella.


Si analizamos el trasfondo de la situación, El Corte Inglés no se lo sacó de la manga, sino que se basa en la historia de la vida de Jesús, está claro. Esto lo digo más que nada para ironizar, aunque ya lo sepamos.

No es que no me gusta la navidad, tampoco soy el Grinch, pero hay que aceptar que es la misma historia de siempre, te atiborran con el comercio, hay gastos desmedidos, es sin duda una época materialista, no vengan con “… nos juntamos con la familia…” o “… es una época de amistad…”, eso es MENTIRA, liso y llano, es una época de consumo donde los excesos se pagan (¿cuándo un exceso fue bueno?), se tira la casa por la ventana, eso si tenemos el árbol de navidad más grande del barrio (si se pudiera incluso bañado en oro), pero nunca se tiene en cuenta el verdadero objetivo de la festividad, el nacimiento de Jesucristo, no soy muy cristiano, mejor dicho, NO lo soy, pero reconozco que es algo importante para algunos, pero lo que no entiendo de esta festividad es lo referente a Papá Noel (Santa Claus para los más afines a ese lindo país imperialista por excelencia.) ¿¿Que hace un gordo con un abrigo de lana repartiendo regalos una noche cuando tenemos un mínimo de 25º, y que tiene que ver el con Jesús?? Todavía no me dieron ninguna respuesta satisfactoria a esta incógnita, ni siquiera un cura.

Otra cuestión sobre San Nicolás, o sobre su ropa ¿Por qué es roja?, si originalmente era verde, esto es otro ejemplo de la sociedad consumista donde vivimos, ¡sorpresa, sorpresa!, los colores fueron definidos así por la Coca-Cola para tener más publicidad (y seguramente ninguno de nosotros “jamás” tomo coca-cola en navidad, la verdad que hicieron un muy buen negocio)
Afortunadamente para algunos (no para todos) la navidad está teñida de cierto religiosismo, todavía se hacen misas al menos, pero esto no deja de lado que sea una época de excesivo comercio, y claro, es lo PRIMERO que se nos viene a la cabeza, pensamos en comprarle el regalo al hijo/a de… (o al propio), o al del sobrino/a, etc., la lista es muy larga.

Admito que también existen cosas lindas en la navidad como los villancicos (cuando los escuchaba), la iluminación de las calles (si hay), no como en Carlos Paz que las estrellas y los pinos están siempre encendidas.

Es curioso que el árbol de navidad siempre sea un pino ¿no?, por que no puede ser alguno más tradicional de nuestra región y no uno que trajeron del extranjero. Fuera de los aspectos positivos (que no son tantos a mi punto de vista) ¿qué más hay?... el “gordo de navidad”, los sorteos del Niño, en fin gastos por aca y por allá y siempre más y más regalos (si la economía lo permite, lo único “bueno” que trajo la crisis es que los valores tradicionales se rescatan un poco más), y no olvidemos los fuegos artificiales que siempre le generan trabajo a los médicos del Instituto del Quemado, no es por sádico pero es verdad, en todas las navidades siempre hay alguien que resulta herido por algún cohete defectuoso.

Es indudable que estamos en Navidad y que (casi) nadie es indiferente, es imposible de olvidar, incluso con amnesia (o incluso si se es senil), debido a la excesiva publicidad que te satura los ojos y los oídos.

Siempre festejamos ensimismados en nosotros mismos, y en nuestra familia y amigos, claro sin pensar en los millones de personas que viven por ejemplo en Etiopia o en Ruanda (o incluso en Venezuela), este tema lo dejo inconcluso por que sería muy hipócrita de mi parte quejarme ya que no hago nada para solucionarlo.

Hay muchas personas que celebran estas festividades sin tener en cuenta el verdadero “espíritu navideño”, sin dejar de lado el materialismo tan característico de estas festividades. Hay que saber valorar lo indispensable y ver que todavía estamos a tiempo de cambiar nuestra actitud, la navidad no esta hecha sólo para festejarla como muchos piensan, para juntarse exclusivamente a comer y regalarse cosas, si no también para tratarse mejor como seres humanos (indiferentemente de la religión o la raza, etc.,etc.,etc.), lograr un mayor acercamiento familiar y perdonar a los otros, incluso dentro de la misma familia. En verdad muchos parecen no darse cuenta de que esto es la VERDADRA navidad.

No hay que resignarse a seguir con el estereotipo de la navidad, hay que tratar de cambiar un poco, no estamos obligados a mantener este tipo de tradiciones materialistas, un poco de verdadero amor en las fiestas es realmente gratificante.

Me despido con un sincero ¡¡FELICES FIESTAS!! Y ¡¡FELIZ NAVIDAD!! Y en lo posible traten de no comprar un regalo, solo compartan un poco de ustedes a los seres que quieren.

20 de diciembre de 2008

El Gobierno de Cristina (un balance de su gestión)

Por Nicolás Jaime
Director de Senda Política y Social

Dos cosas muy importantes ocurrieron durante este primer año de mandato presidencial de Cristina Fernández: en primer lugar, las expectativas de transformación y renovación de la política y la reconstrucción institucional fueron quedando cada vez más en el arcón repleto de las ilusiones perdidas de los argentinos. En segundo lugar, la ingobernabilidad apareció como una posibilidad concreta, incluso con el kirchnerismo en el poder, con un Congreso que se rebelaba, con fuerzas sociales que desbordaban los encuadres propuestos desde la Casa Rosada, con medios de comunicación en total plan opositor y de ya ocuparse de anunciar lo nuevo que vendría.


Todo lo cual resultaba sumamente paradójico en una etapa
inaugurada bajo promesas electorales oficialistas de “normalidad”, una vez que desde el mismo Gobierno se anunciaba la salida del infierno.

El primer año del gobierno de Cristina Kirchner transcurrió bajo el signo de la conflictividad política. Poco tiempo después de su asunción estalló el escándalo de la valija -llegada a Ezeiza desde Venezuela- cargada de dólares. Una oscura trama protagonizada por un grupo de empresarios de ese país, abiertamente utilizada por el gobierno de Estados Unidos y amplificada por los principales medios de comunicación locales, salpicó al gobierno nacional y terminó rápidamente con la luna de miel del comienzo del período presidencial. A partir de entonces, es difícil encontrar días de paz política y social en Argentina.

No hay modo de entender la convulsión política de este año si no se concibe al gobierno de Cristina como el segundo capítulo de la saga iniciada por el gobierno de Néstor Kirchner. El mismo talante decisionista, concentrador de poder y amigo de la sorpresa, que en el primer período favoreció un proceso de recuperación de la autoridad política en el país después de la época de desorden y licuación del poder que siguió a la caída del gobierno de la Alianza, pasó a ser un factor de tensión política durante este primer tramo de la nueva presidencia kirchnerista.

En realidad, el cambio en el clima político del país ya se había empezado a insinuar en el último tramo del anterior gobierno: la campaña electoral -aun en condiciones de certeza generalizada respecto del triunfo del oficialismo- se desarrolló en un ambiente de denuncias y escándalos mediáticos contra el Gobierno. La inminencia de un apagón generalizado, la profecía de accidentes de aviación y la amenaza de una inflación desbocada se combinó con la saga del dinero encontrado en el baño de la ex ministra Felisa Miceli y hasta con el fugaz show montado alrededor de una denuncia que afirmaba que la entonces candidata oficialista no había obtenido el título de abogada que afirmaba poseer.

La conflictividad de estos tiempos no tiene nada de sorpresiva. Existen variados sectores tradicionales de poder que desde el comienzo mismo de la gestión kirchnerista -y, más acentuadamente, después de que el gobierno asumido en 2003 puso en marcha una inesperada agenda de reformas progresistas- la enfrentaron duramente. Ni la negociación de la deuda externa, ni el juicio a la corte menemista y la designación de su nueva composición, ni la reapertura de los juicios contra los terroristas de Estado transcurrieron en un clima de consenso y paz ideológica. Sin embargo, la resistencia conservadora de aquellos días no logró mellar la popularidad presidencial ni calar profundamente en la sensibilidad pública mayoritaria.

¿Por qué, entonces, el apoyo social a Cristina sí se vio considerablemente afectado por el clima de conflictividad durante este último año? De echo según una encuesta realizada por Poliarquía Consultores el mes de septiembre establee que la imagen positiva de Cristina Fernández de Kirchner alcanzó durante ese mes al 28% de la población (el 8% dijo tener una muy buena imagen de la Presidenta, mientras que el 20% dijo tener una imagen buena). Mientras tanto, el 36% de la población tiene una imagen regular y el 34% de los entrevistados la evalúa negativamente.

Es evidente que la posición mediático-política encontró el talón de Aquiles del kirchnerismo: las clases medias, cuyo respaldo electoral al oficialismo había mostrado claramente sus límites en la elección del año último, no tienen “sintonía cultural” con el Gobierno. La explicación del fenómeno tiene sus complejidades.

Existe, en estos sectores, una tradición antiperonista que se potenció en la medida en que los Kirchner fueron abandonando, en los hechos, la propuesta de apoyar su gobierno en una coalición plural, no limitada a la tradicional maquinaria del Partido Justicialista. Por otro lado, gradualmente desdibujada la memoria del caos de 2001 y 2002 y naturalizado el mejoramiento económico y social que lo siguió, las exigencias en esa materia se hacen cada vez mayores. Particularmente, las presiones inflacionarias, inevitables en un contexto de crecimiento alto y continuado de más de cinco años y mal ocultadas por la manipulación de las cifras oficiales, reavivan el malestar y el temor por el futuro. No en último lugar de importancia explicativa hay que situar el profundo cambio cultural que estos sectores han experimentado en la década del noventa; el ethos individualista, antiestatista y antipolítico, y la noción de los “derechos individuales” como razón última de la democracia, han echado profundas raíces en estos sectores. El kirchnerismo generó ilusiones en ellos mientras pudo aparecer como una novedad política, acompañada, además, por innegables avances económicos.

El encanto se deteriora cuando la política muestra el signo de la continuidad y las mejoras económicas se estabilizan y, a la vez, se complican, una vez que termina el período “fácil” de la recuperación.

El largo episodio de la protesta agraria fue, sin duda, el más influyente en esta nueva escena. El innegable error de cálculo gubernamental corresponde a una insuficiente percepción de los cambios de clima político.

La Resolución 125 fue la continuidad de una política de retenciones a las exportaciones que el gobierno anterior había desarrollado durante todo su período y formaba parte de las políticas públicas esperables de la nueva gestión. Pero la política no es solamente una determinada sucesión de decisiones prácticas más o menos sustentadas por orientaciones programáticas o valores ideológicos. Es, también y esencialmente, comunicación, acumulación de confianza, creación de sentido, desarrollo de fuerzas propias y neutralización de las adversarias. El conflicto del campo puso en escena los límites políticos del estilo de gobierno desarrollado hasta allí.

Sería, sin embargo, una grosera e ingenua simplificación pensar que la conflictividad política argentina es un mero subproducto de problemas de estilo gubernamental o de malentendidos políticos resultantes de un insuficiente diálogo. Así lo afirman quienes creen, o dicen creer, que los problemas políticos argentinos se solucionan con la creación de “amplios consensos”, como si éstos fueran fruto exclusivo de una buena tecnología de mediación y no tuvieran relación con la existencia de fuertes tensiones y contradicciones sociales.

Desde el sentido común mediático se difunde el siguiente esquema explicativo: el Gobierno tiene una inclinación natural a los conflictos, y eso hace que diferencias perfectamente conversables se conviertan en contenciosos intensos e insolubles. Para creer en ese relato, alcanza con pensar que la experiencia política de los noventa fue un ensayo económico neutral, cuyo fracaso se debió a una serie de impericias técnicas y no a un proyecto de alcance mundial que, en la Argentina, produjo una gigantesca redistribución regresiva de la riqueza y un histórico retroceso del conjunto nacional.

11 de diciembre de 2008

El Estado Argentino (un poco de Historia)

Por Nicolás Jaime
Director de Senda Política y Social

La crisis del Estado de Bienestar keynesiano, en la década de los setenta, abrió paso en todo el mundo a políticas económicas neoliberales, que apuntaron a reducir el tamaño de los Estados y a definir sus funciones.

El argumento central de los neoliberales es que las políticas sociales, justificadas al principio como tendientes a corregir las desigualdades sociales que inevitablemente provocan las fuerzas del mercado, terminaron por aumentar la irracionalmente el gasto público social, el mismo juega un papel de gran relevancia, no solo en el manejo eficaz de este sino en la correcta asignación de los recurso públicos, se produjo un gasto demasiado alto para cubrir con los impuestos.


Si el Estado gasta más de lo que recauda, es más que evidente la generación de un déficit del tesoro público (fisco), en estas circunstancias hay varias alternativas, dos de ellas pueden ser, o bien el Estado financia el déficit emitiendo moneda y con ella provoca un aumento generalizado de los precios, o bien limita sus gastos a la medida de sus recursos (son soluciones un poco simplistas pero es solo para mencionarlas). La última opción constituye la receta neoliberal, que recomendó las llamadas políticas estatales de ajuste: privatizar las empresas y los servicios públicos, recortar el gasto público social y, en suma, redefinir el papel del Estado.

La reducción de los Estados a un mínimo (como plantea Nozick) contribuyo fuertemente a la globalización de la economía. Se denomina así al conjunto de cambios económicos, políticos y sociales que se sucedieron en el mundo desde mediados de los años setenta como consecuencia de los avances tecnológicos especialmente la relacionada con las comunicaciones. Estas políticas, sin embargo provocaron un aumento de las desigualdades sociales.

En la Argentina, los principios neoliberales fueron aplicados por primera vez entre 1977 y 1980 por el autodeterminado “Proceso de Reorganización Nacional”, la dictadura militar que paradójicamente usó al Estado para asegurar la libertad de los mercados. Consecuentemente, el nivel de bienestar de los argentinos decayó significativamente.

La democracia, reinstaurada en 1983, debió enfrentar una pesada herencia de endeudamiento, inflación y desempleo. En estas condiciones, el gobierno radical intento sin éxito redistribuir los ingresos. De hecho, esos esfuerzos terminaron en la hiperinflación de 1989 y sus secuelas sociales (violencia, alteración de las formas de sociabilidad, etc.).

En 1990, un nuevo gobierno, esta vez de signo justicialista, profundizó decididamente la reforma neoliberal de la economía por medio del Plan de Convertibilidad. Esta política económica se propuso disminuir el déficit fiscal privatizando las empresas públicas, reduciendo el personal estatal y aumentando la recaudación impositiva especialmente en los sectores de ingresos medios. Asimismo, resto poder a los sindicatos mediante la flexibilización laboral, la redefinición de las leyes de asociaciones profesionales y la modificación del sistema de obras sociales.

Los indicadores de desigualdad social empeoraron sensiblemente en la década de los noventa.
En los últimos años del siglo XX, los fracasos de las políticas neoliberales condujeron a una reformulación del papel del Estado, en el sentido de replantear el contrato social.

A fines del año 2000, los cancilleres de Gran Bretaña, Alemania, Suecia y Holanda suscribieron en forma conjunta los siguientes compromisos:
1) Ampliar el círculo de beneficiarios de la nueva economía (la implementada en los países europeos mencionados, que consiste en la estabilidad de las finanzas públicas y, al mismo tiempo, políticas para combatir la exclusión social).
2) Reforzar la sociedad civil para que actúe como freno a los poderes excesivos tanto del Estado como del mercado.
3) Formular un nuevo pacto social internacional, ya que los objetivos de incrementar el bienestar social y fortalecer la sociedad civil no se pueden realizar únicamente a través de los Estados nacionales.

En la misma época, en la Argentina se discutía como armonizar las políticas de mercado con políticas sociales que corrigieran la creciente fragmentación social entre pobres y ricos. Existía un amplio consenso en el sentido de que solo la participación de los ciudadanos puede restaurar la relación entre la sociedad y el Estado.

Quien leyó este artículo también le intereso “Crisis financiera internacional” y “El rol del Estado frente a la actual crisis financiera internacional

10 de diciembre de 2008

Democracia en Facebook

Por Marcelo Lucero
Hace alrededor de un mes atrás abrí una cuenta en Facebook y me llamó la atención la cantidad de gente joven que participa a diario en esa comunidad virtual.

Facebook nació como un proyecto de la Univesidad de Harvard con el fin de integrar a los alumnos ingresantes a las distintas carreras. El éxito del proyecto fue tan grande, que se convirtió en la red social más famosa del planeta.

Basado en lo que antiguamente conocíamos como foro de discusión, Facebook aprovecha aquel sistema y le da un nuevo uso que permite conocer y mantener un vínculo periódico con otras personas por medio de fotos, textos, videos, grupos de interés y cien mil tonteras más.


En Facebook no hay conocidos, ni enemigos, ni novias, ni complejas relaciones sociales; sólo existen amigos y amigos de tus amigos, con los cuales podés contactarte. Ni buenos, ni malos, ni mejores, ni peores, ni vencedores, ni vencidos, todos tus amigos publican mensajes sobre sus vidas, lo que se encuentran haciendo en el momento y opinan sobre lo que vos publiques.

Es realmente adictivo. Es muy interesante y las posibilidades de uso son ilimitadas. Esta es la idea de la Web 2.0 o Web Colaborativa, que se basa en la idea de que los usuarios propongan los contenidos de la red y los dueños ganen la plata.

Republicano

Como te decía al comienzo, quedé absorto con la gran participación de jóvenes amigos míos (según Facebook) que participan comentando, recomentando, etcétera, etcétera, y me pregunté, y pregunté a un par de compañeros míos, cuál pensaban que era el motivo de tamaño interés de los chicos en este tipo de sociedades. Algunas de las respuestas que surgieron, aunque no tengan un valor científico, pueden llegar a disparar otras hipótesis o algún estudio serio sobre el tema.

No tienen huevos: Un jugador de fútbol me respondió que él creía que todos hablaban por Internet porque no es lo mismo decir las cosas en la cara que decirlas por escrito, en diferido, con la red como intermediaria. Es mucho menos crudo, más simpático y genera un descompromiso, una distancia entre el emisor y el mensaje.

No se dispone de tanto tiempo como antes: Cuando éramos chicos era deber obligado huevear en la calle con nuestros amigos varias horas al día. Ahora, de grandes, ya no disponemos de tanto tiempo e Internet es un buen medio para mantenernos comunicados desde la facultad, el trabajo y la casa.

No hay gente grande: esta hipótesis hace referencia a la habilidad desarrollada por los más adultos para imponer su visión del mundo sobre la vida de los más jóvenes. Como si ellos hubieran hecho algo bueno, insisten en formar nuestro mundo a imagen y semejanza del suyo. Pero sus influencias llegan hasta el teclado: casi ningún viejo entiende un rábano de computación y por eso no pueden meterse allí. Internet sería como un espacio de escape de las reglas de un mundo que no aceptamos pero tampoco nos preocupamos por cambiar.
La tecnología es bien recibida por la gente joven: como contrapartida del punto anterior, aparece la gran facilidad que la mayoría de los jóvenes poseemos para con las computadoras. A muchos les apasionan las PC y ven en ellas el futuro.

Es un mundo muy simple: relacionado con eso que te contaba antes de amigos, amigos de tus amigos o desconocidos. La vida real tiene muchos matices que se mezclan y cambian constantemente haciéndonos ver que la forma de interpretar el mundo como “buenos y malos” no nos sirve para entender el día a día. Internet, en cambio, es un mundo construido por nosotros y, por ende, con nuestra forma de interpretar. Esto permite hacer un lugar con nuestras reglas, dejando de lado lo que nos es difícil para la comprensión y, por lo tanto, creando un sitio más accesible a la mayoría.

No se habla de política: en este sentido quiero señalar que me refiero a la política en sentido restringido, como la actividad que generalmente atribuimos a la mal llamada clase política dirigente. Todavía no exploré mucho, pero entre los grupos de interés con más participantes no se observan temas relacionados con los problemas de la actualidad. Homero, Peter Griffin y Fernet Branca aparecen entre los más destacados y con muchos miembros.

No hay hambre: en Facebook no se ven fotos de chicos desnutridos, solicitudes de empleo, avisos clasificados ofreciendo un riñón a cambio de una casa, pedidos de Cáritas. Quienes acceden a Internet y a Facebook son personas con un nivel socioeconómico por lo menos medio y no la gran mayoría del mundo sumergida en la pobreza. A Facebook no ingresan los problemas de la realidad, no se muere gente, no hay robos, violaciones, discriminación, no hay problemas más allá de “uy, me olvidé el cel el lo de Mechu”.

A Facebook no ingresan personas, ingresan usuarios.

Crisis financiera internacional

Por Nicolás Jaime
Director de Senda Política y Social

La actual crisis financiera tiene en su origen la importante baja que tuvieron las tasas de interés en el mundo y particularmente en EEUU, lo que permito contar con fondos baratos y en cantidad que fueron volcados a financiar –entre muchas actividades- a la industria de la construcción. Esta industria tiene la característica de activarse y ejercer un importante efecto multiplicador dentro de la economía en tanto exista financiación de largo plazo.



Lo anterior tuvo dos efectos sobre la industria inmobiliaria:
• La gran cantidad de fondos baratos requirió de un mercado al cual ofrecer estos fondos lo que degenero en el otorgamiento de fondos de personas que no reunían los requisitos de carácter e ingresos demostrables que permitieran la elección de un cliente seguro, según las practicas habituales de los bancos, y
• La presión sobre los inmuebles, dado la gran cantidad de créditos existentes destinados a la compra, produjo:
 Un fuerte incremento de la industria de la construcción, y
 Dado el desequilibrio por la fuerte demanda de casas se produjo una ` inevitable suba de los precios de lo inmuebles (burbuja inmobiliaria).

La gran cantidad de fondos baratos tuvo el comienzo del fin a comienzo del año 2004, cuando la FED (banco central de EEUU) comenzó a subir la tasa EEUU producto del incipiente proceso inflacionario que se observaba en EEUU. Esto tuvo su impacto sobre los bancos comerciales que no pudieron trasladar ese mayor costo a su cartera de clientes de escasa reputación y solvencia y además afecto su liquidez ya que financiaban con fondos de corto plazo créditos de largo. Ante esta situación tuvieron que descargar carteras en bancos de inversión (bancos que operan en acciones, títulos, bonos, fusiones y adquisiciones etc.)

Los bancos centrales de las principales economías del mundo en el año 1988 se reunieron en la ciudad de Basilea, Suiza, donde definieron una serie de pautas que debían cumplir las entidades financieras. La principal de ellas es que las entidades debían tener un capital mínimo en función de los riesgos de permanencia, de absorción de perdidas y de protección ante quiebra. Estos riesgos tienen su origen en: Riesgo de crédito, riesgo de mercado y riesgo de tipo de cambio. Esta fue la primera medida global por parte de los gobiernos para poner un marco de referencia a la actividad financiera.

Este primer acuerdo tuvo ciertas generalidades y ambigüedades que llevo a la generación de un nuevo acuerdo que fue suscripto en el año 2004. El mismo hacia hincapié en los mismos puntos pero con un mayor nivel de detalle y especificidad. También aquí se incorpora como riesgo de crédito las operaciones que se denomina “titulizaciones”, discriminando si se trata de operaciones generadas por la propia entidad o por otras entidades.

Por otra parte cabe mencionar que en el año 1997 los Doctores Myron Scholes y Robert Merton obtuvieron el premio Nóbel de economía por su aporte a nuevos instrumentos financieros denominados “derivados financieros”.

Lo expuesto en los últimos párrafos demuestra que los gobiernos se ocuparon en la regulación de los mercados financieros, pero este es un proceso incipiente y que amerita de parte de los gobierno un trato mucho más estricto ya que la realidad de los negocios, los nuevos productos financieras, la globalización de los mercados y en particular el financiero ha demostrado que los controles realizados hasta ahora ameritan su perfeccionamiento y sobre todo un seguimiento muy riguroso.

¿Y qué función cumple el Estado?

El Estado tiene la responsabilidad sobre su política monetaria y política de capitales, la primera permite la generación de oferta monetaria (dinero) cuyo fin es facilitar el desarrollo de la economía real (proveer liquidez para cancelar deudas o contraerlas y permitir el desarrollo de las actividades comerciales habituales) y el segundo tiene por objetivo proveer de fondos para aquellos emprendimientos que requieren de plazos de maduración muchos más largos (Ej. Aquel que desea realizar una inversión de un nuevo proceso de producción y que necesita plazos largos para poder hacerse del efectivo que permita el repago de la deuda). La gran diferencia entre ambos es que este último permite generar riqueza a futuro.
Dado la importancia de estas dos políticas en el contexto internacional actual donde existe una interrelación entre todas las economías tanto a nivel del comercio, como la información, cultura, cambio climático, políticas energéticas etc. etc. es decir una globalización general de todas las actividades humanas. Se torna extremadamente difícil poder sincronizar todas estas variables.
Lo cierto es que la actual crisis puede generar la finalización del dominio financiero de EEUU, dando lugar a un multilateralismo en la toma de decisiones que permitan superar crisis económicas. El estado sigue teniendo un rol fundamental en la solución de las crisis, a pesar de vivir en una economía de mercado con un alto sesgo de evolución hacia la globalización. Sin embargo la presente crisis demuestra que estas soluciones también se ven globalizadas y se requieren estados políticamente fuertes y serios en sus políticas generales que permitan generar la confianza para superar las crisis. En definitiva la economía no es más que una ciencia social y como tal es extremadamente difícil de regular y dirigir. Solo se la puede guiar y dar las condiciones para un desarrollo equilibrado.
Esta experiencia ha demostrado que los países líderes han sabido coordinar y tomar medidas que permitan paliar la actual situación, a pesar que la misma no fue generada en sus estados. Dando un fuerte respaldo político a medidas extremas demostrando que siempre están por sobres los mercados.

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6 de diciembre de 2008

El rol del Estado frente a la actual crisis financiera internacional

Por Christopher Kiessling

Aclaraciones previas: Esta nota se plantea como una respuesta tentativa a la cuestión problemática sobre el rol adoptado por los Estados frente a la actual crisis financiera internacional. El problema central radica en responder si el rol del Estado en la presente crisis se debe interpretar como un reforzamiento o como un debilitamiento en las capacidades de intervención del Estado en la economía.


En la nota es citado con frecuencia un artículo escrito por Peter Evans en 1995 titulado El Estado como problema o como solución. En este artículo, Evans critica la falsa dicotomía entre “liberales” y “desarrollistas” sosteniendo que para cualquier programa de política económica que se pretenda eficaz, se precisa un Estado con capacidad de actuación y con autonomía respecto a los actores sociales pero a la vez vinculado con ellos a través de redes sociales sólidas.
Hechas las siguientes aclaraciones, aquí se presenta la argumentación:

La emergencia de la crisis financiera internacional, prevista sin embargo desde ya hace unos años, encuentra a los Estados en el mundo (en líneas generales y según mi parecer sobre todo a Estados Unidos y a los países europeos) poco preparados para enfrentar la crisis. Es ya sabido que la globalización económica y la formidable expansión del comercio internacional de las últimas décadas del siglo pasado en la mayoría de los Estados del mundo (el continente africano es una excepción en este sentido) requiere economías más abiertas que han hecho más permeables las fronteras, por lo menos a nivel de integración regional. Esta mayor apertura comercial sumado a la intención manifiesta por parte de varios gobiernos de desmantelar el Estado de bienestar, al menos desde los programas de reforma y ajuste estructural, reducen las opciones de política económica autónoma. La consecuencia principal de este hecho se sufre frente a situaciones de crisis, se tienen menos respuestas al alcance de la mano.
La caída de Fannie Mae y Freddie Mac, dos colosos del sistema financiero estadounidense, y su posterior nacionalización (colocar “bajo supervisión”) por parte del gobierno federal son un ejemplo de lo antedicho. ¿Qué otras opciones le quedaban al gobierno de Estados Unidos? Warde identifica sólo dos: Permitir la quiebra de las instituciones bancarias y correr el riesgo de contagios sucesivos que derrumben todo el sistema financiero, y por lo tanto repercutan en forma demoledora sobre la economía real; o permitir su salvataje mediante fondos soberanos de Asia o Medio Oriente, lo que dejaría al sistema financiero estadounidense en manos de sus principales rivales, ya no en materia económica sino política. Frente a estas opciones, el gobierno de Estados Unidos se decidió a comprar.
Dentro de este panorama se puede enmarcar el análisis haciendo referencia al concepto de capacidades de Estado. Como bien señala Evans, las posibilidades de actuación del Estado están determinadas por su capacidad, tanto en la creación, promoción así como la regulación de los mercados. El mercado financiero no escapa a estas consideraciones. En el contexto de la segunda ola de teorías sobre el Estado y el marco de desconfianza hacia lo estatal, la doctrina del “laissez-faire” contó con un alto respaldo, y se permitió el crecimiento desenfrenado de la burbuja inmobiliaria con resultados perjudiciales. La intervención llegó en forma tardía, torpe, cuando ya es probablemente demasiado tarde para evitar el resentimiento de la economía real.
Asimismo, considero que el rol que han adoptado los Estados frente a la crisis financiera no amplía las capacidades de actuación del Estado y puede llegar a mermar aún más las mismas. La clave está en la forma en que se condujo el Estado. Frente a comportamientos económicos errados por parte de los agentes financieros que en circunstancias habituales hubieran sufrido su sanción (quiebra de la empresa y desaparición de la misma), el Estado compulsivamente procedió a su salvataje con el objetivo de evitar el colapso. La preocupación debe radicar, como lo han señalado funcionarios y congresistas, en el precedente que sientan estas acciones. Cualquier empresa que posea suficientes recursos de poder tales que su desaparición se suponga perjudicial para terceros, podría así especular con la protección que le brindaría el Estado con recursos públicos y actuar en consecuencia menos responsablemente.
Esta “complicidad” entre grandes empresas y el Estado no genera un incremento de la capacidad del mismo, sino posibles constricciones así como un posible descenso de su grado de autonomía relativa. La clave para aumentar las capacidades del Estado radica a mi entender en el remedio que plantea Evans, la generar redes sociales que vinculen al Estado con el capital y al Estado con los trabajadores sumado a los esfuerzos constantes con el objetivo de construir la mayor autonomía posible desde el propio Estado. Lo que tenemos entonces es un Estado con autonomía enraizada, dinámico, inteligente y capaz de actuar activamente en forma preventiva a las crisis.

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