12 de octubre de 2008

Elecciones legislativas, la estrategia K

Por Nicolás Jaime
Director de Senda Política y Social

Las situaciones con vistas a las elecciones presidenciales del 2003 se presentaban confusas, Kirchner asumió con muchos problemas su presidencia, sin embargo su mandato no tuvo tan malas críticas de la opinión pública en general.
Cristina Fernández también soportó problemas en el inicio mismo de su mandato, aunque éstos, en gran medida, hayan sido autoinfligidos.

El kirchnerismo se caracteriza por seguir un modelo de muy corto plazo, caracterizado por la concentración de poder y el sostenimiento de un modelo hegemónico en términos partidarios e institucionales (esto es claro ya que en las elecciones presidenciales pasadas, hubo un cambio de presidente, pero no tuvo lugar una cambio profundo en el Gabinete).




Para ello adoptan una estrategia sumamente conservadora, es decir ir por lo que considera seguro, o sea, la tracción electoral que puedan realizar los intendentes bonaerenses y estrechar relaciones nuevamente con los gobernadores, asegurándose de que, por lo menos, los más revoltosos no hagan campaña contra él. Así, todos los votos obtenidos por el peronismo, serían contabilizados como oficialistas.

Si el oficialismo utiliza todos sus recursos para buscar adeptos de donde pueda (como se intenta lograr), la oposición enfrenta el problema de la dispersión, otro de los objetivos que busca el kirchnerismo.

Pero existe una figura indiscutida capaz de unificar la oposición, Julio César Cleto Cobos, se dice que su popularidad puede ser efímera, pero lo cierto es que partir de una base de más del 60 por ciento de aprobación pública es mucho mejor que tener constantemente el 20 por ciento.

La gravosa derrota oficial frente a las patronales del “campo”, con el consiguiente desgaste del Ejecutivo y un realineamiento de fuerzas adverso, configuran los nuevos contornos del mapa político; distinto del que los Kirchner supieron administrar a su modo, pero sin precisiones de cuán distinto. De ahí que ya se estén aventurando nombres y delineando estrategias, y de ahí también que ya los líderes de los distintos espacios hayan tomado en sus manos las correspondientes decisiones.

El esquema que se proyecta tiene algunas premisas implícitas. Por un lado, hacerse fuerte en las denominadas “provincias chicas”, aquellas que tuvieron una participación marginal en el conflicto con el campo y donde la imagen de los Kirchner se vio menos debilitada.
Por el otro, replegarse sobre el conurbano bonaerense, el territorio político que funge de fortaleza oficialista difícil de expugnar por fuera del justicialismo.

Néstor Kirchner ha tratado personalmente con los intendentes del primer y segundo cordón para asegurar la necesaria tracción de votos de los sectores más populares hacia el oficialismo. También pergeña una reforma constitucional que, al ofrecer beneficios a los intendentes, permitiría polarizar la elección a favor de la lista oficial.

Pero la estrategia K también tiene reservado su capítulo para los distritos más esquivos al oficialismo, aquellos que lo fueron antes del conflicto agrario y que acentuaron ese perfil durante su transcurso: Ciudad de Buenos Aires, Santa Fe o Córdoba, en buena medida, y Entre Ríos.

La idea que se desgrana en estos casos es eminentemente defensiva, evitar una derrota y volver a dar pelea, para ello, el Gobierno busca “provincializar” la campaña de estos distritos recostándose en “lo existente”, en la suerte de los candidatos locales; llámense Carlos Reutemann, en Santa Fe, o Juan Schiaretti, en Córdoba, aunque hayan jugado en contra durante la revuelta del campo.

“La provincia de Buenos Aires es la madre de todas las batallas”. Así lo reconocen todos en el kirchnerismo, más allá de lo que hagan los opositores, y cualesquiera sean ellos, la provincia es decisiva, tanto por su potencial electoral (casi el 40 por ciento del padrón vota allí), por su potencial legislativo (renueva 35 legisladores) y por su potencial gubernativo (si la provincia entra en crisis, o si los intendentes del Conurbano se rebelan, los analistas volverán a hablar de ingobernabilidad).

En el distrito ganó la elección de abril de 2003 (o, por lo menos, hizo la diferencia necesaria), de la mano del aparato justicialista que, en ese entonces, lideraba Eduardo Duhalde. Y en el distrito revalidó su poder nacional, tanto en las legislativas de 2005 como en la presidencial del año pasado. Para 2009, el Gobierno espera “retener” la provincia con una diferencia holgada y así equilibrar números adversos de otras provincias.

El Gobierno ya puso en marcha varias jugadas. La primera, convocar a elecciones internas para renovar autoridades provinciales del Consejo partidario. Con esta iniciativa el Gobierno puede cercar a Duhalde y reducir el éxito de cualquier armado en su contra. Los acontecimientos, de aquí al año que viene, dirán si el duhaldismo como tal resucita, e intenta vengarse de aquella derrota sin atenuantes, que ayudó por un tiempo a Eduardo Duhalde a cumplir con su promesa de retirarse de la política.

Pero no es la única movida en marcha. A falta de figuras taquilleras para las elecciones de diputados nacionales y legisladores provinciales desde Olivos hicieron correr el nombre del gobernador Daniel Scioli, como posible integrante de la boleta del peronismo bonaerense. Como candidato a convencional constituyente en una elección para reformar la Carta Magna provincial. De esta forma, Scioli no tendría que renunciar a su cargo y le daría otro empujón a las cifras oficiales.

Dos datos contribuyen a que, todavía, no se haga pública la idea. Por un lado, el hecho de que la votación de convencionales se hace por sección electoral y, por lo tanto, sería electo sólo por una de las ocho secciones existentes, la primera. Por el otro, los conflictos gremiales en educación y salud que tienen muy preocupada a la dirigencia provincial.

En Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos, los distritos más adversos junto con la Ciudad, la estrategia de los Kirchner es hacer pie a partir del peronismo existente, aunque eso implique restañar heridas antes de lo deseado o pasar por alto viejos y nuevos resquemores.

La movida se inició con Carlos Reutemann, a quien el ex presidente recibió en Olivos para saldar cuentas y pudo recuperar para la escudería oficial.
Si la idea es “provincializar” la elección, Reutemann puede serle mucho más funcional que Agustín Rossi, de relevancia creciente a nivel nacional, pero con escasa capacidad para incidir en el armado local.

La idea cada vez más difundida de los Kirchner, entonces, es jugar a la reelección de ambos, Reutemann como senador y Rossi como diputado, compartiendo boleta, cosa que hace poco eso hubiese parecido una quimera.

Córdoba es otro territorio cuesta arriba para el Gobierno. De ahí la necesidad de tender puentes con Schiaretti donde fue la misma Presidenta la que le dio contornos más claros cuando lo recibió en la Rosada con promesas de obras y ayuda económica. Aunque eso lejos está de asegurarle algo en términos electorales para el año próximo, en unos de los distritos donde el Gobierno teme perder más.

En cuanto a Entre Ríos, el panorama viene un poco más alentador para los Kirchner, pero no mucho. Se sabe que el gobernador Sergio Urribarri se mantuvo firme en su adhesión al Gobierno, pero también es público que la provincia fue uno de los baluartes del conflicto y que parte del justicialismo se soliviantó con el campo.

La estrategia K es recostarse en lo existente, más como necesidad que como signo de fortaleza. Y, sobre todo, hacer usufructo de la dispersión ajena.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Facista