12 de octubre de 2008

Fernanda

Por Marcelo Lucero



Fernanda Rodríguez tiene 22 años y estudia Comunicación Social en la Universidad Nacional de Córdoba. Ella, junto a Valeria, Cecilia, Rosita, Adela, Graciela y Ángela brinda apoyo escolar a chicos de hasta 12 años, en la Capilla perteneciente a la orden de las Hermanas Misioneras Cruzadas de la Iglesia, ubicada en barrio Mariano Fragueiro de la ciudad de Córdoba. El proyecto se inició en el 2003 y fue creciendo hasta hoy, con 35 alumnos.



De lunes a viernes se dictan clases de apoyo en las que se promueve un ámbito para realizar las tareas del colegio, y los sábados de 11 a 13 hs. se llevan adelante talleres prácticos en los que se enseña alguna actividad recreativa. 

Este último sábado los chicos armaron unas tarjetitas del día de la madre y yo estuve observándolos. Me presentaron ante los pequeños como el inspector amigo de la directora de la esuela a la que ellos asisten, que venía a ver cómo iba el aprendizaje. Ahí nomás una de las presentes dijo sin comas ni puntos: “yo se la tabla del dos: dos por una dos dos por dos cuatro dos por tres seis dos por cuatro ocho dos por cinco diez dos por seis doce dos por siete catorce dos por ocho dieciséis dos por nueve dieciocho dos por diez veinte” ¿Dos por once? –preguntó el falso inspector maliciosamente-. “No existe”, me respondió maliciosamente.

La seño Valeria les dice que los trabajos del día de la madre son para ser entregados a las “mamás, papás, abuelas o tías”, y una chica desde atrás dice: “¡Pero si es el día de la madre!”, mostrando el defasaje temporal entre la realidad y el calendario de la familia tipo, sin tener en cuenta a esas tías, abuelas, hermanas o papás que el tercer domingo de octubre reciben el diploma de mamá firmado por un “te quiero”. 

Valeria y Fernanda me explican que brindan apoyo escolar a los alumnos de los colegios de la zona y trabajan junto a las maestras de los establecimientos educativos. Ellas les dicen que se notan los progresos, pero Valeria y Fernanda insisten en que no son los deseados, debido a la alimentación de los chicos y las situaciones hogareñas. Si a esa edad no consumen la suficiente cantidad de nutrientes, su desarrollo, tanto intelectual como físico, nunca será el de un chico sano. La capacidad de concentración, el desarrollo muscular y del cerebro no llegarán a su máximo potencial. A esto se suma la particular situación familiar de cada uno. 

Valeria me dice que frente a lo que sus alumnos cuentan de sus hogares, ellas van aprendiendo a contestar a las distintas situaciones. 

Historias gigantes salen de pequeñas bocas y chocan contra los oídos de sus educadoras ya acostumbradas a comprender. Las voluntarias de este programa de educación se ocupan de ir a los hogares de todos sus alumnos para conocer a la familia. Me cuentan de chicos que al iniciar el apoyo escolar se protegían cuando alguna de las seños se acerca para darles un beso, como señal de maltrato hogareño.

¿Quien les explicará a estos chicos que Política es hablar del tren bala, la crisis de Wall Street, el campo y Cristina? ¿Cómo les podríamos decir que ellos son invisibles y sólo forman parte de la agenda política de Fernanda, Valeria, Cecilia, Rosita, Adela, Graciela y Ángela, y no de la de Daniel, Juan o Cristina? ¿Quién les dirá que su alimentación y estudio no tienen lugar en la sección política de los diarios?

A las seños les gustaría contar con un equipo interdisciplinario de nutricionistas, pedagogos y sicólogos preparado para abordar los distintos retos que se presentan día a día, pero es difícil encontrar gente preparada dispuesta a trabajar sin cobrar. La única ayuda económica que reciben para el proyecto es de una ONG española, para los insumos necesarios.

Fernanda -y cuando digo Fernanda, digo también Valeria, Cecilia, Rosita, Adela Graciela y Ángela- hace política. Su política trata de ocuparse dos horas por día de la gente que forma el índice de pobreza, esa gente a la que los Políticos le dan la mano, besan y prometen tonteras una vez cada cuatro años, o esa gente de la que estoy escribiendo estas líneas, sentado tan cómodo frente a mi computadora. 

Imaginate qué bien que estaría el mundo si todos los Rodríguez de la guía ayudaran a otro; o si un Lucero, un Jaime, un González, una Sharapova y uno de cada apellido dedicara dos horas del día a ayudar. Esas horas que usamos para dormir, para ver tele, chatear o estudiar, Fernanda las utiliza para ayudar, algo que no me enseñaron tan bien como redacción. Hay gente que tiene la habilidad de hacerme sentir un estúpido mientras escribo.



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